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sábado, 9 de marzo de 2013

ya sabemos que martes 12 se reúne el Cónclave o sea 115 cardenales de la Iglesia encerrados en el Vaticano con la misión de elegir un Jefe, al Papa. difícil tarea sobre la que surgen Conjeturas como la de Thomas M. Sonntag, especulaciones, deseos, vertientes...cada vez más diversas


¿Sabía Ud. que las chances que un vecino cualquiera resulte elegido como nuevo Papa están uno a mil, en el mejor de los casos? Así lo dicen al menos las apuestas que corrieron en estos días en las quinielas que ofrece la empresa corredora Paddy Power con relación al “candidato” Paul David Hewson, ciudadano irlandés más conocido por el apodo de Bono (el famoso vocalista de la banda de rock U2). Lo que parece ser una broma de dudoso gusto, tiene sin embargo cierta sustancia: el criterio de elegibilidad es ser cristiano varón, bautizado y con probada fe católica nada más, ni siquiera hace falta postularse.
Pero es improbable (uno a mil) que Bono, también reconocido como activista político y humanitario y tras dos nominaciones infructuosas al Premio Nobel de la Paz, ahora logre dar el salto al Papado; a partir del siglo XIV, todos los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica Apostólica Romana han sido cardenales previamente.
Desde el anuncio de la dimisión que el 11 de febrero sorprendió a propios y extraños, en la prensa internacional se viene barajando unos 23 cardenales supuestamente “favoritos” para la sucesión de Benedicto XVI: ocho latinoamericanos (Mons. Julio Terrazas no figura entre ellos), siete europeos, cuatro norteamericanos, tres africanos y un asiático. Su edad promedio es de 69 y su antigüedad media de ocho años de cardenalato. Es impresionante y a la vez algo desconcertante el empeño con el que vaticanólogos y periodistas tratan de vislumbrar posibles preferencias en el estado de ánimos de los electores que asisten en Roma a las “reuniones generales” y luego al cónclave de cardenales. Se cruzan los nombres y las vitae, van y vienen los postulados enfáticos y los argumentos complejos. Por contrario, la quiniela habla un idioma simple y claro: el 6 de marzo, el cardenal Turkson de Ghana figuraba en el primer lugar de la lista de favoritos con una cuota de 2,5 a 1, seguido por los italianos Bertone y Scola (3,5 a 1), y en el tercer rango se ubicaba el cardenal Ouellet de Canadá (8 a 1). Impulsado por la curiosidad y sintiendo las cosquillas del placer de especular, el autor emprendió un somero análisis cualitativo que arrojó  –a título meramente tentativo–  la siguiente clasificación de los 23 favoritos según sus tendencias “políticas”: 11 del centro o liberales, 9 de derecha y 3 de izquierdas. El lector disculpará que el suscrito no revele aquí si y a quién está apostando.
Ahora bien, ¿quiénes ostentan el derecho a votar? Son 117 cardenales menores a 80 años de los cuales asisten sólo 115 (el cardenal O’Brien de Escocia renunció en febrero, obligado por Benedicto XVI; el cardenal indonesio Darmaatmadja no puede viajar por enfermedad). A los restantes 90 cardenales  –el 43 por ciento del total de 207 que hace al colegio cardenalicio–  les está prohibido participar en las elecciones por haber traspasado el límite etáreo al 28 de febrero, fecha de inicio de la sedisvacancia. Es escaso el impacto de esta medida de rejuvenecimiento que por buenos motivos prescribe el derecho canónico: la edad promedio baja de 78 a 72 años.
Aparte del carácter gerontocrático del cónclave, la opinión pública se interesa también por la distribución de los votos entre países y regiones; esto bajo el supuesto implícito de que entre los electores campean patriotismos, fidelidades regionales o afinidades culturales que prevalecen tal vez por encima de las afinidades pastorales, teológicas o ideológicas. Estos aspectos se prestan a discusiones de nunca acabar. No obstante, veamos aquí algunos datos clave al respecto:
--  Latinoamérica, que con el 77 por ciento de su población y un 39 por ciento de los fieles del planeta no deja de ser el “continente católico”, es de lejos la región más desfavorecida en la próxima elección papal: pone solamente el 17 por ciento de los 115 votos.
--  La falta de equidad se muestra también en el “viejo continente”. Con la cuarta parte de la población católica mundial, Europa dispone de más de la mitad de los votos, e Italia  –caso más acentuado aún–  con la vigésima parte de los fieles tiene casi la cuarta parte de los votos. Italia cuenta además con el mayor número de candidatos favoritos: son cuatro.
--  Los católicos de Norteamérica, África, Asia y Oceanía se encuentran representados en el cónclave en proporciones más adecuadas. Si a futuro los europeos cedieran a los latinoamericanos unos 26 de los 60 escaños que ocupan actualmente, se lograría una representatividad razonablemente equilibrada; ello significaría un importante paso rumbo a la iglesia universal.
Sin cambios en la composición geográfica del colegio de cardenales se mantendrán desfases como éste: en el promedio estadístico, en Europa y en Oceanía un cardenal tiene que atender a 2 millones de fieles, pero en América Latina a 15 millones.
-- Una “alianza primermundista” no alcanzaría la mayoría necesaria de dos tercios correspondiente a 76,67 = 77 votos; Europa, Norteamérica y Oceanía llegarían en conjunto sólo a 75 votos.
En fin, por más interesante que pueda resultar una que otra de las cifras expuestas, ningún ejercicio analítico, sea cuantitativo o cualitativo, permitirá remover el velo que cubre a todo cónclave hasta que no haya reformas significativas en el sistema y procedimiento electoral. Mientras siga siendo más fácil pronosticar los resultados de elecciones presidenciales en países democráticos, nos intrigará el motor que mueve a los electores del Papa, llámese inspiración divina alimentada a través del espíritu santo o raciocinio estratégico catalizado por un proceso de decisión participativo. Ambas interpretaciones reconocen que la dinámica grupal al interior del cónclave es sui generis.
El autor es geógrafo, educador y experto en agua y saneamiento
sonntag.th@live.com

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