En los amplios círculos en los que participó el colega Lizandro Coca
Olmos aún no queremos aceptar que la parca se haya ensañado con él.
Quisiéramos que de pronto aparezca con ese entusiasmo profundo que tenía
por la vida y la sociedad, dispuesto siempre al diálogo amplio y
respetuoso, y la difusión del pensamiento por encima de las eventuales
diferencias.
Lizandro ha sido un excelente compañero
de ruta de quienes trabajamos en Los Tiempos. Primero, como columnista;
luego, colaborándonos en la sección Puntos de Vista y, el pasado mes,
en la Internacional. En todas estas actividades demostró no sólo
conocimiento e interés, sino un profundo compromiso con la búsqueda de
la verdad y, por tanto, comprendiendo plenamente el deber de la
equidistancia y el pluralismo, junto a una actitud abierta a la crítica,
cualidades que le permitieron desarrollar sus labores en forma fluida y
consolidar amistades.
La realidad nos señala con
total crudeza que ya no veremos a Lizandro en nuestra redacción. Sin
embargo, es posible creer que mientras sigamos en este oficio quienes
trabajamos con él no lo olvidaremos, y recogeremos su legado de ampliar
siempre horizontes, escuchar los criterios ajenos, defender la
democracia y proponer tópicos sobre los cuales debatir porque emergían
de su creciente conocimiento de nuestra sociedad.
A
su familia, particularmente a su hijo, desde Los Tiempos les deseamos
cristiana resignación, que es lo único que podrá paliar los duros
momentos de dolor que están atravesando, así como nuestra total de
solidaridad.
Paz en su tumba
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