Bolivia frente al año 2010
Centa Reck
Los hombres grises dicen estar decididos a imponerse en Bolivia. Nos insinúan que debemos esconder las palabras, el razonamiento y por último incluso el corazón, si no queremos sufrir graves ataques que según todas las advertencias tendrían como cometido derivar las libertades y derechos en el transcurso del año que se avecina.
Las noticias dan cuenta de que estas medidas salen desde el Palacio de Gobierno y que para implementarlas se ha sesionado desde las cinco de la mañana incluso en el día que se conmemoró el Nacimiento de Jesús y es desde allí que se ha enviado no precisamente un mensaje religioso ni de paz sino toda una cartilla de amenazas y advertencias entre las que se promueve el crecimiento del terror y el miedo, puesto que anuncian que serán implacables con aquellos que digan algo que no les gusta a los hombres grises o que se opongan a sus fallos y medidas de tinte básicamente represivo.
Todo esto suena a persecuciones, a una Bolivia gobernada con mano de hierro, con la boca amordazada y las manos enmanilladas. No es alentadora la figura del advenimiento del nuevo año y menos alentador nos resulta saber que existen todas las intenciones de cumplir con lo prometido, que es lo peor del caso.
Lo más desconcertante es que a esta forma de gobernar se le llame “revolución”, y la prueba es que cada vez que escuchamos esta palabra nos ha empezado a dar un vuelco en el corazón, recordando que la presente “revolución” resulta muy distinta a tal como concebimos la revolución en los años 70, con las venas cargadas de deseos de libertad, con la boca llena de frases que necesitábamos soltar para sentirnos una generación de hombres y mujeres que desafiaban las mordazas, sabiendo que los cadáveres de las dictaduras habían regado nuestros jardines y los parques donde luego con los años tenían que venir a jugar nuestros niños y estábamos seguros que no podíamos aceptar la fétida flor de la muerte por opresión a nombre de gobernarnos, y ahora la “revolución” dice haber venido a hacer más de lo mismo, a ponerse traje o poncho gris, que a la hora de la verdad resulta exactamente lo mismo porque el traje no hace al monje y cuando las prácticas son las mismas los represores también son los mismos hombres grises más allá de que se empeñen en diferenciarse por el atuendo.
Es por eso que en la cercanía del año que se insinúa, los que creímos alguna vez en la necesidad de que haya un “cambio”- llámese este generacional- revolucionario, sufrimos un extraño estremecimiento dado que ahora escuchamos reproducir esta palabra tantas veces como se secuestran las libertades, como se persiguen a todos los que no piensan igual, como se castiga a quienes profesan la libertad de credo de culto o de ideología.
Nos están conduciendo a un brete muy estrecho que termina en un paredón de intolerancia y cárcel por motivos políticos. Desgraciadamente los ponchos grises resultaron igual que los uniformes o los ternos grises puesto que pretenden imponerse con la misma determinación- de aniquilar o destruir a quien amenace socavarles un mínimo del poder que le otorga un salvoconducto para gozar de beneficios a granel. Concluimos que estamos ante la grave situación de un país que está siendo destruido y reconstruido para la opresión y el abuso del poder.
Son contundentes las muestras de la ferocidad que pretenden desatar los miembros del recientemente reelecto gobierno: Manfred Reyes Villa, Branko Marincovic entraron sin más a la lista de perseguidos políticos y esta persecución se plantea más allá de la justicia, del bien y del mal, de los códigos re escritos para tal fin, de la constitución que regirá desde el 21 de enero y ante la que ya nos hacemos cruces porque estamos seguros que nadie se imagina hasta donde esta acabará consintiendo o degradando la esencia de la justicia y de la libertad tan peligrosamente amenazadas hoy en Bolivia.
Por lo pronto ingresamos al año 2010 con la seria amenaza de que nos quiten la voz, los ojos y el corazón, bajo el argumento de que a los hombres feroces nada ni nadie los tiene que detener en su cometido de conculcar principios esenciales para la vida en sociedad. De un lado los ponchos y del otro los trajes grises- para los resultados da lo mismo puesto que ambos atuendos nos están dejando un país sin playas de derechos y de libertades.
Mientras más opresiones y represiones se utilicen para gobernar a un pueblo, más debilidades muestran quienes actúan con tan oprobiosos y reprochables métodos.
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