No es que las cosas estén cambiando, solo están emergiendo. Y claro como estuvieron tanto tiempo sumergidas en ese rio borrascoso de la política barata sus efectos estaban como adormecidos. Los trabajadores miraban a Evo. Evo a los trabajadores y esas miradas no se encontraban. Nunca hubo conexión entre la clase trabajadora y el dirigente cocalero. Para los obreros la cuestión es producir, sin producción no tienen futuro. Para Evo morales la producción capitalista es simplemente un crimen.
El destello de nacionalizaciones que aún persisten con las empresas generadoras de electricidad, los discursos del cambio, las elecciones ganadas, las persecuciones políticas y los conflictos creados con fines aviesos iban con un rumbo distinto al que necesitaba la economía.
Al final esa manera de hacer política de anuncios, de amenazar, de sentirse capaz de desafiar al capitalismo, de gritar consignas desgastadas por la historia, dejó de deslumbrar. Y cuando eso sucede todos se dan cuenta de las sombras que los envuelven. Esas sombras tienen nombre: poder adquisitivo de los salarios.
Siempre estuvieron ahí la noche y las ansiedades. Pero esas luces contratadas mostraban un día que nunca existió. Bueno ahora el cambio serio, el cambio real, comienza a perfilarse. Y tal como se preveía, el gobierno de Evo Morales no tiene respuestas ni programa para resolver la brecha: precios-salarios.
Un 5 por ciento contra un 25 que piden los trabajadores, incluidos los policías. Mientras que la inversión, fuente de creación de empleo, se pierde cada día, por la inseguridad jurídica que se vive. La Jindal dejó el contrato para explotar el Mutún y Evo cree que su Comandante Chávez lo hará. El mensaje de Pan American iniciando juicio al Estado boliviano por la nacionalización de Chaco, está alertando a los inversores en el mundo: Bolivia no es país para invertir.
El capitalismo demuestra su músculo, mientras el socialismo que queda cosido al castrismo anuncia en la isla el despido de un millón de trabajadores supernumerarios del Estado cubano. Si en Bolivia no se puede consumir más, como en la Argentina, en Cuba ya no se consume. Esa es la realidad.
Tenía que suceder. Bolivia iba a ver agotado el ciclo de la bonanza pasajera que le permitió el lujo de vivir cuatro años sin hacer nada. El gasto corriente fiscal se ha multiplicado mientras que los ingresos han disminuido. Las exportaciones caen en volumen y valor, mientras que las importaciones crecen. La inversión pública es ineficiente, porque gasta mal y tiene pocos beneficios o simplemente no gasta porque no sabe cómo.
Comienza a verse el día de otra forma y el gobierno no tiene como ocultar lo que se ve alrededor. Seguramente en su rabia enardecida tratará de vengarse con aquellos que pueda y que sirvan de ejemplo para el escarmiento. Algo así como en Cuba, cuando se deja morir de hambre a un preso político y se lo trata de esbirro capitalista. Evo no tuvo ni comienzo ni tendrá final. Sólo fue un destello.
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