Pese a la hipócrita condescendencia de algunos, lo cierto es que el régimen comunista de Cuba es totalitario y ha generado un ambiente social en el que no existe respeto alguno por los derechos humanos ni por las libertades civiles y políticas. El pueblo de Cuba parece, además, condenado a tener que vivir en la miseria, con toda suerte de privaciones.
Cada tanto un duro recordatorio nos revela la inmensa crueldad del régimen que desde hace cinco décadas tiene secuestrados a los cubanos y que ha transformado la isla en una inmensa prisión de la que sólo se sale si el gobierno lo autoriza. En donde, además, no se puede pensar distinto sin cometer el delito de opinión, castigado con prisión en las cárceles cubanas, probablemente las más inhumanas del globo.
Este es el estremecedor mensaje que transmite la reciente liberación de Ariel Sigler, uno de los presos políticos cubanos en grave estado de salud.
Se encuentra parapléjico a causa de una enfermedad neurológica, en silla de ruedas, con graves afecciones en el estómago, el esófago y la garganta, con apenas el sesenta por ciento del peso que tenía al ser detenido.
La salud de Ariel Sigler, o más bien de lo que queda de Ariel Sigler, parece destruida. Con apenas 47 años de edad, el presidente del Movimiento Independiente Opción Alternativa parece un anciano deteriorado. Así volvió a la casa de su familia después de siete años de cautiverio por pensar diferente. Tenía una condena a veinte años de reclusión. Al llegar, pese a todo, prometió seguir luchando por la libertad. Su salud puede estar vencida, pero su coraje no.
El trato inhumano recibido está a la vista de todos. Aun de los que se niegan a ver. Es posible que las gestiones del valiente Cardenal de Cuba, Jaime Ortega, que sabe personalmente lo que es el cautiverio, hayan ayudado a la tardía liberación de Sigler. Y a que, quizá, se concrete pronto el traslado de otros prisioneros políticos, también con la salud en muy mal estado, a lugares cercanos a los de sus familiares.
Sigler, recordemos, pertenecía al Grupo de los 75, cuyos miembros fueron encarcelados en la llamada "primavera negra" de 2003. Estuvo detenido en distintas prisiones en Ciego de Avila, Villa Clara y Cienfuegos, todas alejadas de su lugar de residencia, en Matanzas. Esta circunstancia evidencia el cruel nivel del ensañamiento del régimen cubano con los disidentes.
En otro rincón de la isla, en este caso en un hospital emplazado a unos 400 kilómetros de La Habana, otro detenido, Guillermo Fariñas, lleva cuatro meses en huelga de hambre en protesta por la falta de libertad.
Como ocurrió con el valiente disidente Orlando Zapata, Fariñas puede morir como resultado de su ayuno voluntario. El horror de lo que ocurre en Cuba es conmovedor, razón por la cual no puede, ni debe, ser silenciado.
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