En 1967, cuando salía bachiller, viví la odisea de gastar mi recreo en los diarios locales, por la mañana, y los de La Paz, por la tarde, para conocer el curso y los acontecimientos de la guerrilla. No había televisión, que se estrenó dos años después aunque tuve mi primer televisor en 1974, de modo que las radios estaban en su auge, y la más importante era Radio Centro, especialmente por aquello que es considerada la cara de una emisora: su informativo.
Allí había un equipo de periodistas de lujo, comandado por José Nogales Nogales, y dos relatores inigualables: Milivoy Eterovic y Ramiro Méndez Méndez. Era El Central de Centro y conmovía a toda la audiencia cochabambina.
En ese informativo nunca igualado en radio, había una sección inolvidable: Yo estuve ahí. Eran los reportes de José Nogales Nogales desde Camiri, cuando el juicio a Regis Debray, y desde La Higuera, cuando exhibieron el cadáver del Che.
Un año después lo conocí en la Facultad de Derecho, famoso entre mis compañeros, joven, delgado y con jopo. Gradualmente nos hicimos amigos inseparables, a tal punto que salíamos a estudiar de noche a la Plaza 14 de Septiembre y luego nos recogíamos a pie en una conversa interminable, pues llegábamos a la puerta de su casa y lo acompañaba a la puerta de la suya, y volvíamos a la puerta de mi casa y luego a la puerta de la suya, interminablemente pese al frío nocturno. ¿Qué me atraía de esa conversación? El olfato de Chechi Nogales para el análisis de coyuntura, ese sexto sentido que tiene todo periodista de cepa, y que le permite calcular las jugadas del escenario político de los próximos días.
Hay por ahí una guía escrita por Marta Harnecker para los análisis de coyuntura, que contiene una lista interminable de variables; pues bien, Chechi no necesitaba tantos datos para apuntar a ganador, y las noticias del día siguiente lo confirmaban; y nos encontrábamos en el patio de la Facultad y en su mirada había un “Qué te dije”, subrayado por su habitual media sonrisa.
El programa “Yo estuve ahí” era una sesión de periodismo narrativo en el cual Nogales Nogales lucía su enorme talento para el periodismo, talento no cultivado en una Universidad, pues no había carreras de Comunicación por entonces, sino en la práctica diaria, desde muy joven, rodeado de periodistas de fuste en el diario El Mundo, donde se inició. Hay que imaginarlo tan joven en medio de talentos como Víctor Zannier, René Rocabado Alcócer (su tío) y Jorge Suárez, entre otros.
“Yo estuve ahí” era un ejemplo de narrativa de no ficción que Kapucinski hubiera alabado en vida, y quizá después de ella.
La guerrilla de Ñancahuazú y su cobertura informativa fueron los días de gloria de Chechi Nogales, aunque luego prodigó su talento en Radio Cochabamba, en esta casa periodística, en la fundación de La Voz, en el Canal Universitario y en tantos otros intentos, siempre alejado del poder, de la dádiva, del favor oficial, y respetuoso de su oficio de periodista, pues jamás fue funcionario público.
Pues bien, acabo de leer la memoria periodística de los días del Che escrita por José Nogales Nogales, y le auguro un gran éxito editorial, en el cual estoy, estamos, firmemente empeñados.
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