Los gringos tienen un millón de defectos. Son ingenuos, a veces sosos, ponen su banderita hasta en sus hot dogs, tienen rasgos de infantilismo hilarantes, pero tienen algo que es indudable: su apego a su Constitución y su convicción democrática más allá de ninguna duda. A Mister Richard Nixon, quien coincidentemente ganó las elecciones por amplia mayoría en 1969 y luego fue reelecto (vaya coincidencia) por un 60% el año 1972, le significó una cómoda mayoría favorable en el Congreso americano.
Pero como parece que es tentación evidente y la mayoría no le es suficiente a algunos, tuvo la peregrina idea de mandar a espiar y grabar a sus oponentes. Dos años más tarde, con la cola entre las patas, Nixon fue expelido de la Presidencia del país más poderoso del mundo. Inédito. Eso sí fue inédito. El Presidente que estuvo en el cargo apenas dos años luego de su contundente reelección, se rindió ante las evidencias que una comisión investigadora presentó a su Congreso de dos tercios. Eso se llama democracia. Muy presidente, muy ganador, muy poderoso, pero sus correligionarios no seguían al hombre, respetaban sus principios y su inquebrantable juramento de honrar la Constitución.
El periódico Washington Post fue clave en las investigaciones y contó con la ayuda secreta de un ex director de FBI, conocido como Garganta Profunda, sin licencia de Xaviera Hollander. La prensa libre en el mundo, es instrumento esencial de la transparencia de la cosa pública. Excepto en Bolivia obviamente.
Nuestra prensa, lejos del Washington Post, más vale que no espere ningún tipo de lisonja. Acá la prensa debe quedarse en el molde y nada de hacer preguntas incómodas ni de investigar el origen y la causa de las cosas.
Lo que no debe ser tomado con ligereza, son los métodos y las intenciones del aparato gubernamental por los que ha obtenido los registros telefónicos de contactos de dirigentes de la Cidob. Entendemos el desconocimiento en el qué y en el cómo funciona una legación diplomática. La comunicación fluida entre una Embajada y los actores políticos, sociales y de cualquier otra índole, son norma corriente en las relaciones de confianza y respeto entre países amigos.
Si los dirigentes de la Cidob han mantenido conversaciones con ésa u otra embajada ¿Qué? ¿Dónde está el crimen? A no ser que además del registro de llamadas, existan grabaciones del contenido de las mismas
que los incautos ignoramos. Ya que somos tan celosos de nuestra seguridad interna, sería muy interesante saber quiénes mantienen más que fluidas relaciones con diplomáticos de Irán y Libia por ejemplo. Y si de sospecha de injerencia se trata ¿cómo vamos con Venezuela y Cuba?
Tampoco sería desdeñable contar con la apreciable diligencia de la fiscalía, para que se den a conocer los nexos entre productores e industrializadores de la hoja de coca. Los blanqueadores de dinero y sus nexos con la criminalidad rampante, serían otra fuente muy ilustrativa de la seguridad nacional.
Son tan variadas las declaraciones de estudiado estupor del gobierno en relación a este descubrimiento, que hubo alguno que señaló: ¿se imaginan a un diplomático boliviano hablando con gente de la oposición en Washington? No, la verdad es que a los actuales diplomáticos bolivianos, no se los imagina conversando con fines de análisis de coyuntura y situación política con nadie.
El aparatoso anuncio de sospechosa actividad celular de los indígenas de la Cidob que ha sido pescados “in fraganti”, recibiendo y emitiendo llamadas telefónicas con un personero de la Embajada Norteamericana, que para mayor abundamiento, es el encargado de las relaciones con los indígenas de Bolivia, muestra que hay un trasfondo extremadamente peligroso por la intencionalidad de la denuncia.
En primer lugar establezcamos de una vez por todas, que la CPE es un instrumento de dominación en manos inadecuadas. Neocolonialismo diría don Félix Patzi. El derecho a la privacidad es asunto del pasado. En este nuevo Estado Plurinacional, estamos todos bajo sospecha. Y esta maniobra para debilitar la marcha indígena del TIPNIS no duda en usar como recurso desesperado, la implicación a la Embajada americana.
Hasta ahora esto fue útil aunque por trillado poco serio.
Lo que sí es novedoso, es el estreno estelar de la nueva Ley de Telecomunicaciones nada más y nada menos que por el mismo Presidente. Para eso están las leyes. Para que las apliquen todos y obviamente, empezando por el primer ciudadano del país. No se debe olvidar que para que el país funcione, hay que meterle nomás. Después vienen los pormenores.
Pero cuando la ley adopta la forma de un embudo, las cosas se tornan peliagudas. Cuando se obvia el cumplimiento de elementos básicos de la Constitución y se la usa como un elemento elástico, estamos caminando en arenas movedizas.
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