Mauricio Aira
la soledad del poder o cuán triste es la soledad en el poder
Los Tiempos me dio pie para escribir estas reflexiones. Octavio Paz Nobel de Literatura, poeta y escritor hubo sentenciado que todos, nos sentimos solos en algún momento de nuestra vida. Esa soledad, la experimenta en grado extremo quién ejerce el poder político, y quién debe adoptar resoluciones que partiendo de lo personal afecten a otras personas.
Cuando Felipe Gonzáles retirado de la jefatura del Estado español confesó que la soledad del poder se manifiesta en la última llamada telefónica, decidir que no puede trasladar la decisión a instancia superior, le toca a él, nada más que a él, asumir la decisión. El líder es un solitario, muchas veces, la mayor parte de las veces tiene que ascender a la montaña y en medio de fuegos ardientes asumir. Para nosotros, los creyentes la sabiduría divina está en todos los detalles, en medio de las zarzas, y el hombre no tiene más salida que esperar la inspiración, la iluminación para discernir entre el bien y el mal en aquel preciso momento de la decisión.
Hombres sabios han dejado testimonio del aislamiento progresivo del que tiene el poder, soledad que es progresiva según el mayor encumbramiento del que detecta el mando. Así esta soledad hace víctima de su estado a los más próximos, a los colaterales que figuran al lado del poderoso. Se hace más profunda y más sentida la soledad, cuanto más próximo está el fin del mandato. Más de uno, creo que fue Mario Vargas Llosa, en su mastodóntico "La Fiesta del Chivo" que se refiere a una "rabiosa y desesperada soledad, que al poderoso le hace desconfiar de todos y le inspira su autoeliminación como una constante que ha marcado la historia (El suicidio de Hitler en el Bunker de Berlín)
Los Tiempos se refiere a los cambios de conducta del Jefe de Estado, marcadamente advertibles en el caso de Jacob Ostreicher, empresario estadounidense sometido a extorsión descarada, prisión e intentos de homicidio dentro de la cárcel de Palmasola, recibió el apoyo del actor hollywoodense Sean Penn, que obtuvo de Evo un permiso para visitarlo, que fue cuando encontró cerca de la muerte por una prolongada privación de alimentos al detenido, lo llevó a una clínica y encargó "lo curen de sus heridas" como el buen Samaritano. Algunos días después, al advertir la magnitud global que adquiría el escándalo el Presidente, protegió de manera inusual a los responsables político de la extorsión corrupta, y hasta dió paso a una contraofensiva que amenaza devolver a la cárcel al encausado, a todas luces inocente de ambos delitos. No es narcotraficante ni se ocupó del lavado de dólares, más al contrario invirtió varios millones de dólares por intermedio del Banco Central y logró producir 400 mil quintales de arroz, cantidad jamás obtenida en la historia de la agroindustria boliviana.
Así. En la soledad del poder, el Presidene se revela inseguro, cambiante, rabiosamente contradictorio.
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