La mayoría “bolivariana” que domina las bancas parlamentarias en Bolivia pertenecientes al partido de Evo Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), acaba de facilitarle a este un súper mandato extraordinario: ahora Evo tiene facultades para elegir personalmente a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, del Tribunal Constitucional y del Consejo de la Judicatura (“Magistratura”, decimos aquí). En pocas palabras: El Poder Legislativo convierte al jefe del Ejecutivo en el único propietario del Poder Judicial.
La República de Bolivia dice adiós a la separación, equilibrio e interdependencia de poderes del Estado, principio cardinal de la democracia.
Los ingenuos que afirmaban que Evo Morales sería un izquierdista diferente ya habrán logrado medir el tamaño de su error. Como líder nació siguiendo la línea castro-marxista, como gobernante asumió el libreto de Hugo Chávez. ¿Qué posibilidades había de que fuera distinto a sus mentores? Ninguna. Su reelección, las que prepara para el futuro y los 500 años que asegura que su partido estará en el poder (Hugo Chávez anuncia 900 años para el suyo) son suficiente información para quienes todavía creen en estos reyes magos.
A la vista de este paso trascendental dado por el MAS boliviano para terminar de edificar la dictadura neomarxista que encabeza el publicitado “indígena” Evo Morales, nos cabe formular una pregunta: ¿Este es el tipo de gobierno que los partidos y movimientos de izquierda paraguayos quieren para nuestro país? ¿Tienen pensado entregar todos los poderes que, según la Constitución, deben estar distribuidos y equilibrados, a un líder providencial, el “conductor”, el “guía”, el “führer”, el “duce”, el “caudillo por la gracia de Dios”, “el padre de la patria”, “el libertador” o como decidan llamar a su jefe partidario?
La pregunta es completamente retórica, porque la respuesta en el pensamiento es, por supuesto, un “sí” rotundo; aunque ante el público exclamarán un “no” hipócrita. De seguro dirán, además, que lo de Evo es solamente temporal, que luego el pueblo boliviano elegirá libremente, y otras excusas similares; las mentirosas frases efectistas y populistas de siempre.
Otra cuestión que suscita esta extraordinaria medida dictatorial e ilegal impuesta en Bolivia por el partido oficialista es: ¿Cuál será el siguiente paso en el proceso de demolición de la democracia? Para nuestro diario, sin duda, la próxima víctima será la libertad de expresión, en general, y la de prensa, a través de la cual aquella se manifiesta, en particular. Es lo que el manual marxista indica se debe hacer. Chávez lo está aplicando gradualmente en Venezuela; Evo dio algunos pasos tímidos en ese sentido, pero ahora tendrá que acallar demasiadas voces de protesta. Los principales medios de prensa bolivianos que mantienen su compromiso con la democracia, la legalidad constitucional y las libertades tienen que ser silenciados, comprados, intimidados o clausurados judicialmente, si es que el MAS quiere concluir su tarea.
Este es el motivo para dar a Evo imperio absoluto sobre el Poder Judicial. Si él nombra los ministros de la justicia, ante sus “insinuaciones” temblarán estos, los magistrados, los jueces y los demás. Los dirigentes políticos bolivianos opositores que están procesados judicialmente en la actualidad deben darse por perdidos. Los periodistas, directores y propietarios de medios de prensa que estén o caigan bajo una causa en los tribunales “moralizados” por el MAS tienen sus días contados. El que quiera evitar este final tendrá que censurarse o venderse al Gobierno.
Manejar la administración de justicia es el máximo poder real que puede concederse a una sola persona; para instaurar una tiranía personal es aún más decisivo que el mando de las Fuerzas Armadas, porque instrumentando los juzgados y tribunales se asume el inmenso recurso de disponer de la honra, los bienes y el futuro de las personas y sus asociaciones, empresas y organizaciones, y además se consigue el diploma internacional de “democrático”. Con “la ley en la mano”, como actuaban los esbirros durante la dictadura de Stroessner.
Evo Morales es ahora, por mandato “legal” del Congreso que maneja su partido, propietario del Poder Judicial boliviano. Con esto ya es dictador cuasi absoluto, pero tiene que acallar las voces que denuncien su escalada hacia la tiranía y que quieran hacerles ver a los bolivianos lo que todavía no ven y les espera. La prensa será su próxima presa. Cómo lo hará, cómo intentará someterla a sus designios, es algo que sabremos muy pronto.
Mientras tanto, los paraguayos democráticos debemos seguir de cerca este proceso de construcción de la dictadura en nuestra vecina Bolivia, pues esos son los modelos en que se inspiran los actuales voceros y mentores luguistas de nuestra activa izquierda local. Los paraguayos democráticos, que sufrimos tantos atropellos a nuestros derechos y a nuestra dignidad por parte de dictadores de derecha en el siglo pasado, necesitamos estar alertas para impedir que aquí se intente seguir los pasos del manual de operaciones de las nuevas dictaduras “bolivarianas del siglo XXI”, que está impulsando la izquierda radical del continente.
La República de Bolivia dice adiós a la separación, equilibrio e interdependencia de poderes del Estado, principio cardinal de la democracia.
Los ingenuos que afirmaban que Evo Morales sería un izquierdista diferente ya habrán logrado medir el tamaño de su error. Como líder nació siguiendo la línea castro-marxista, como gobernante asumió el libreto de Hugo Chávez. ¿Qué posibilidades había de que fuera distinto a sus mentores? Ninguna. Su reelección, las que prepara para el futuro y los 500 años que asegura que su partido estará en el poder (Hugo Chávez anuncia 900 años para el suyo) son suficiente información para quienes todavía creen en estos reyes magos.
A la vista de este paso trascendental dado por el MAS boliviano para terminar de edificar la dictadura neomarxista que encabeza el publicitado “indígena” Evo Morales, nos cabe formular una pregunta: ¿Este es el tipo de gobierno que los partidos y movimientos de izquierda paraguayos quieren para nuestro país? ¿Tienen pensado entregar todos los poderes que, según la Constitución, deben estar distribuidos y equilibrados, a un líder providencial, el “conductor”, el “guía”, el “führer”, el “duce”, el “caudillo por la gracia de Dios”, “el padre de la patria”, “el libertador” o como decidan llamar a su jefe partidario?
La pregunta es completamente retórica, porque la respuesta en el pensamiento es, por supuesto, un “sí” rotundo; aunque ante el público exclamarán un “no” hipócrita. De seguro dirán, además, que lo de Evo es solamente temporal, que luego el pueblo boliviano elegirá libremente, y otras excusas similares; las mentirosas frases efectistas y populistas de siempre.
Otra cuestión que suscita esta extraordinaria medida dictatorial e ilegal impuesta en Bolivia por el partido oficialista es: ¿Cuál será el siguiente paso en el proceso de demolición de la democracia? Para nuestro diario, sin duda, la próxima víctima será la libertad de expresión, en general, y la de prensa, a través de la cual aquella se manifiesta, en particular. Es lo que el manual marxista indica se debe hacer. Chávez lo está aplicando gradualmente en Venezuela; Evo dio algunos pasos tímidos en ese sentido, pero ahora tendrá que acallar demasiadas voces de protesta. Los principales medios de prensa bolivianos que mantienen su compromiso con la democracia, la legalidad constitucional y las libertades tienen que ser silenciados, comprados, intimidados o clausurados judicialmente, si es que el MAS quiere concluir su tarea.
Este es el motivo para dar a Evo imperio absoluto sobre el Poder Judicial. Si él nombra los ministros de la justicia, ante sus “insinuaciones” temblarán estos, los magistrados, los jueces y los demás. Los dirigentes políticos bolivianos opositores que están procesados judicialmente en la actualidad deben darse por perdidos. Los periodistas, directores y propietarios de medios de prensa que estén o caigan bajo una causa en los tribunales “moralizados” por el MAS tienen sus días contados. El que quiera evitar este final tendrá que censurarse o venderse al Gobierno.
Manejar la administración de justicia es el máximo poder real que puede concederse a una sola persona; para instaurar una tiranía personal es aún más decisivo que el mando de las Fuerzas Armadas, porque instrumentando los juzgados y tribunales se asume el inmenso recurso de disponer de la honra, los bienes y el futuro de las personas y sus asociaciones, empresas y organizaciones, y además se consigue el diploma internacional de “democrático”. Con “la ley en la mano”, como actuaban los esbirros durante la dictadura de Stroessner.
Evo Morales es ahora, por mandato “legal” del Congreso que maneja su partido, propietario del Poder Judicial boliviano. Con esto ya es dictador cuasi absoluto, pero tiene que acallar las voces que denuncien su escalada hacia la tiranía y que quieran hacerles ver a los bolivianos lo que todavía no ven y les espera. La prensa será su próxima presa. Cómo lo hará, cómo intentará someterla a sus designios, es algo que sabremos muy pronto.
Mientras tanto, los paraguayos democráticos debemos seguir de cerca este proceso de construcción de la dictadura en nuestra vecina Bolivia, pues esos son los modelos en que se inspiran los actuales voceros y mentores luguistas de nuestra activa izquierda local. Los paraguayos democráticos, que sufrimos tantos atropellos a nuestros derechos y a nuestra dignidad por parte de dictadores de derecha en el siglo pasado, necesitamos estar alertas para impedir que aquí se intente seguir los pasos del manual de operaciones de las nuevas dictaduras “bolivarianas del siglo XXI”, que está impulsando la izquierda radical del continente.
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