No se sabe en qué momento ni en qué términos, las “organizaciones sociales” pidieron al presidente Morales incluir el tema de la libertad de expresión en la “cumbre social”.
Lo cierto es que ahora, una reunión de cocaleros, “interculturales” (una especie de transformers sociales aliados de los cocaleros), comerciantes minoristas yotros decidirán cómo debe ser el periodismo en Bolivia.
Esta mini-constituyente masista se propone legislar sobre la libertad de expresión, que es motivo de cuidadoso tratamiento en todo el mundo, porque tiene relación directa con la democracia.
Esta clase de “pedidos” le llegan al presidente de parte de quienes adivinan sus intenciones. Le leen el pensamiento.
La gota que colmó el vaso de la paciencia del presidente en el comportamiento del periodismo fue la cobertura de la paliza que la policía dio a los marchistas de TIPNIS en Yucumo el 25 de septiembre.
Las escenas de esa brutal represión provocaron la caída de la máscara de líder indígena que tenía el caudillo cocalero que gobierna el país. El impacto internacional fue devastador.
Ahora llega el momento del ajuste de cuentas. Los indígenas del TIPNIS conocerán lo que puede la ira del presidente y la libertad de expresión, aliada de los indígenas, será flagelada.
La actitud del masismo hacia el periodismo tiene varios estilos. Incluye métodos violentos, como la bomba que un oficial del ejército que estaba a cargo de la seguridad del presidente le puso a un canal de Tv en Yacuiba, o la compra compulsiva de diarios usando la presión del sistema tributario, amenazas a medios para aislar a algunos incómodos periodistas, el manejo de la publicidad de Estado como premio a los buenos ycastigo a los malos, sutiles presiones a organizaciones de periodistas para que no hagan cosas que molestan al gobierno y la amenaza constante a los medios audiovisuales de quitarles las licencias de operación.
Rendirse no serviría de nada.
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