¿Qué sucederá con los linchadores de Achacachi? Nada. ¿Qué puede suceder si es a partir del gobierno que se fomenta este tipo de acciones, díganlo expresamente o no? La sola idea de pasar con la "nueva constitución" carta blanca a la "justicia comunitaria" nos da una pauta del desenfreno al que se expone a la población. Resulta que la célebre población de Achacachi es ahora un estado dentro del estado, o todo Omasuyos, cuna y lecho febril de los "ponchos rojos", émulos andinos de las bestias ignorantes del Talibán afgano.
El gobierno, cobarde de enfrentarse a sus bases, no tiene mejor cosa que hacer que dictar orden de detención contra los supuestos ladrones que fueron torturados, quemados, por los fatídicos achacacheños. Y los criminales de hecho, los que se cebaron en turba contra aquellos desgraciados, permanecen aún libres, intocables, inviolables en un reducto que en un caso similar cualquier gobierno socialista hubiera arrasado, incluido Fidel Castro que dictaría paredón inmediato contra todos los involucrados en salvajismo semejante.
Pero Evo Morales y sus huestes iletradas, o letradas y ebrias, ha fundado un socialismo sui géneris, que capta toda corriente que le caiga a bien, cuando le conviene y puede ir de un extremo al otro del péndulo, y achacarlo todo a una iluminación pachamámica sin precedentes que el mundo debe admirar. Dentro del rango de su socialismo aceptable está el linchamiento como castigo legal y medida preventiva. En lugar de caminar hacia el futuro, estos individuos van hacia atrás, hacia la estrella polar de un pasado andino que nunca existió, que es invento de mitómanos, y remedio de orates. No sé la relación que exista entre el prologuista del libro de Filemón Escóbar y el MAS, pero luego de leer ese mamotreto seudofilosófico me he puesto a pensar que es tanta la audacia y tanta la presunción de estos profetas del falso verbo que pronto dirán que Gautama Buda era aymara y que de los Andes nace la humanidad, que el primer australopiteco africano ya cargaba sobre sus espaldas un poncho rojo de llama altiplánico.
Lo que menos necesita Bolivia es exacerbar sus fantasías, extender su mísero alucinamiento como capa encubridora. Hemos vuelto a ser colonia. Si antes fueron los norteamericanos los amos, ahora son las ONGs. La defensa a ultranza del gobierno Morales en el exterior es muestra fiel de la dependencia y la esclavitud a que otra vez nos sometemos. Una extranjera me decía que criticar a Evo Morales era hacerle el juego a la derecha. Lo decía desde una cómoda posición de alto salario en dólares. El indio boliviano debiera estar en la Bolsa como objeto de lucro, con subas y bajas de precio, porque gracias a él se está creando una élite de seudoprogresistas que nos llevarán a la ruina y a quienes, digámoslo en serio, el indio les importa un carajo, hipócritas arribistas al estilo de Tom Krusse, gringo mimado de la provinciana inteligentsia nacional.
Pero volvamos a Achacachi, muestra indecorosa de la realidad en Bolivia. ¿A nombre de qué se declaran jueces los asesinos? ¿A nombre de la indigenidad, del gobierno "indígena"? ¿El indio, por ser indio, tiene ahora todas las prerrogativas, como las tuvo el blanco, el mestizo por razones parecidas? Hay un desbalance peligroso en el significado de las cosas hoy en el país, un desbalance azuzado por intereses tenebrosos, por antiguos rencores, por una inmadurez generalizada que ya percibió Bolívar y que lleva como representante a un astuto y peligroso incapaz. (autor Claudio Ferrufino. Fuente: Los Tiempos, Cbba.)
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