Los discursos pronunciados durante el acto de entrega del proyecto de ley sobre las autonomías indígenas, realizado en Camiri, mostraron hasta qué punto llega el rencor y revanchismo que han anidado en sus mentes los dirigentes de los diferentes “movimientos sociales” que apoyan al Gobierno masista. Afortunadamente, tanto odio cabe sólo en el pensamiento de esos dirigentes y no así en la gran mayoría de los diferentes estratos que componen la sociedad boliviana. Existe el riesgo, sin embargo, que ante tanta insistencia, cada vez más gente piense como esos resentidos.
Esa verborrea “revolucionaria” está dirigida a los ciudadanos de este país que con esfuerzo y trabajo ha logrado obtener los medios para llevar una vida digna; son millones de personas que día a día consiguen lo necesario para sustentar las necesidades de sus familias a base de mucho sacrificio. En su afán de atacar a la “oligarquía”, en los hechos, lo dirigentes atacan a todos los bolivianos que quieren superarse.
Al igual que en toda América Latina, en Bolivia hay pobreza y el reparto de la riqueza es pésimo e injusto; pero no será con retórica revolucionaria o provocando la división de los bolivianos que esos problemas serán superados.
Peor aún si ese discurso es alentado por las dos máximas autoridades del país, cuya prioridad en más de tres años de gestión ha sido promocionar un modelo marxista, con sus variantes indigenistas, populistas y caudillistas (el castrismo bananero, como diría alguien), ampliamente superado por su inutilidad, en lugar de seguir la línea de una izquierda moderna y pragmática que ha traído progreso y bienestar en otros lugares del mundo, incluidos países vecinos de Bolivia.
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