Es comprensible que un gobierno procure difundir los asuntos de interés público. Es, también, necesario orientar, mediante los medios de comunicación, a la ciudadanía para enfrentar alguna emergencia, desastre o crisis que puede afectar a todos, como la actual pandemia de gripe. Por supuesto que se justifican las instrucciones públicas, emitidas en los medios de comunicación, sobre cómo cumplir el deber de votar en elecciones. Hay muchos otros ejemplos.
Realmente, el Estado no necesita de propaganda, sino de difusión como una manera de llegar al pueblo con mensajes adecuados. Si el oficialismo desea hacer propaganda electoral o de promoción de sus líderes, está en su derecho, pero pagándola como partido o agrupación política.
Sin embargo, los canales de televisión, hace unos días, han iniciado, con insistencia machacona, la emisión pagada de un patético “spot” de propaganda oficial. No es uno de los clásicos en los que se exagera, miente y santifica tropelías. Los “profesionales” de la difusión torcida ahora han llegado a una adulonería muy parecida a la que recibía un tirano caribeño que gozaba con los ridículos motes de “Generalísimo, Doctor, Licenciado, Padre de la Patria Nueva, Benefactor de la Patria, Protector de la Iglesia, Rosa Náutica de la Armada Nacional” y muchos más.
Resulta que el presidente es presentado como émulo del dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina, no sólo como otro libertador de la Patria –con medalla conmemorativa y todo-, sino también como extraordinario símbolo mundial de amor, de ternura y de espíritu pacífico. ¡Caramba! No habíamos reparado en que nunca se destiló odio tribal, ni se buscó pendencia; por el contrario, siempre se fue en pos de la concertación, sin atizar conflictos internos o externos. Jamás se flageló y atacó a los que piensan distinto, ni se bloqueó ni se cercó a pueblos, embajadas y recintos del parlamento. En suma, el presiente es un emblema de la paz.
Del “spot”: “El presidente Evo Morales impulsa la paz (y otras lindezas) entre los pueblos de América Latina y del mundo…” Sigue una enérgica arenga del presidente contra los “imperios”. Y finaliza: “Integración, cooperación, entendimiento, fraternidad… Evo es solidaridad entre los pueblos del mundo…”
¿Qué tal? Cochabamba, la Calancha, Porvenir, Huanuni, Hotel “Las Américas”, y tantos otros actos de violencia, habían sido nomás parte de la imaginación opositora.
Pero hay algo grave que no es para reír. Esta propaganda ramplona la paga el pueblo. Cuesta mucho dinero que, al final de cuentas, sale del ciudadano que contribuye al erario público. Las arcas fiscales, con los impuestos y con lo que generan los recursos naturales “recuperados”, sirven para financiar la propaganda oficial en una anticipada campaña electoral. Y, en esto, se percibe una indicación de que se trataría de abrir camino al “Hermano Grande”, el de “1984” de George Orwell, para que esté siempre presente en los televisores, en los hogares, en los periódicos, en las radios, en los cines, en las calles, en los lugares de trabajo, en las escuelas y universidades, en los hospitales y en los jardines, en las iglesias y en los barrios. Todo para regocijo de los creadores de “spots”.
Esta es otra de las facetas del llamado “proceso de cambio”, que ahora significa adulonería y endiosamiento.
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