Los vaticinios empiezan a cumplirse. El gobierno supuestamente de pureza rousseauniana, que ha hecho de Victor Hugo Cárdenas la víctima más notoria de la intolerancia, no sólo quiere volver atrás 500 años sino que ya está en regresión (sólo en las ideas ilusorias con las que incita a tomas y acciones violentas a quienes lo apoyan pues, en la práctica, sus dirigentes abrazan la vida del tercer milenio: viajan en Jet, conviven con los representantes del mundo que dicen desdeñar, usan celulares inventados por el capitalismo, y adoptan sus costumbres; son CNN-dependientes aunque la desprecian cuando son criticados, etc.). Ven a la Iglesia Católica como enemiga porque se atreve a señalar sus errores y contradicciones, atacan a la prensa y convocan a la SIP para que verifique si hay o no hay prensa libre. Mientras tanto los amarran dos casos que los inquietan: los 33 camiones y YPFB. Algunos empiezan a comprender que no basta imaginar conceptos ideológicos con las nubes, hábitos marxistas del siglo pasado, y creer que por gozar de cierta lógica se harán realidad. Ese “determinismo histórico” acabó aplastado con el derrumbe del Muro de Berlín. El presidente Evo Morales empieza a ver otra realidad distinta de cuando le regaló un charango a la presidenta chilena hace poco y mucho tiempo.
Después de más de tres años de trajín con la “diplomacia de los pueblos” reconoce que tiene las manos vacías y que, como los aztecas ante los españoles, sido encandilado por espejuelos. Está distanciado de Perú y Brasil y no tiene relaciones normales con Estados Unidos, aquel cuyo capitalismo quiere sustituir y cuya sede de las Naciones Unidas quiere cambiar. Tiene relaciones frías con Colombia y una amistad improductiva con la Argentina, que canta “el dolor de ya no ser”. Ha recibido arañazos de Brasil que empieza a presentar la cuenta del 1 de mayo de 2006 y se muerde la lengua para no decir ya mismo: Quédense con su gas que nosotros no lo necesitamos más. Hace cuanto puede para llamar la atención de Barack Obama. Sin éxito.
En política externa es donde acumula uno de sus mayores fracasos. Es una pena pues creo que todos esperábamos un resultado mejor. Este 23 de marzo ha sido una fecha que el gobierno habría querido olvidar. Porque lo interpela de la misma manera que a todos los gobiernos de los últimos 130 años, incapaces de construir una Bolivia fuerte e igualitaria y estructurada por carreteras y ferrocarriles, que lleve a las áreas rurales por un camino de verdadera modernidad. La “diplomacia de los pueblos” es un saludo a la bandera, salvo que se unan las voluntades de los gobiernos involucrados, y que todos gocen de relativa igualdad de condiciones. Este no es el caso.
Es donde considera su logro mayor, YPFB, que la estructura cruje. Es Benjamín Button representado en una industria que en poco tiempo crece desmesuradamente y desarrolla una robusta burocracia. Y luego empieza a desandar cuando percibe que su producción se estanca y disminuye, cuando Brasil le dice que pronto no estará más amarrado al gas boliviano, cuando Argentina empieza a comprar gas licuado de otras latitudes, y cuando Trinidad y Tobago aparece como gran distribuidor en una zona continental ansiosa de energía: posición que era de Bolivia, cuyas pilas de los timbres que solía apretar están secas.
El canciller Choquehuanca parece empezar a comprender la gravedad del laberinto y ordena que todo el equipo de relaciones exteriores tenga como meta normalizar relaciones con EE.UU. Quizá el primero en cumplir debería ser el propio presidente Morales.
Marzo 30, 2009 - Publicado por haroldolmos Bolivia, Morales
No hay comentarios:
Publicar un comentario