todos felices comiendo perdices
Así acabó la mesa de concertación y el congreso entró a sesionar con todos los acuerdos logrados y con las manos decididas a levantarse al unísono para aprobar la nueva Ley Transitoria Electoral.
La oposición salió feliz, hablando hasta por los codos de que le han ofrendado a Bolivia "una nueva quimera de construir un país democrático con padrón limpio, confiable con participación indígena, cuotas de equidad de género, con autonomías".
Esto no lo dijeron las fuerzas del oficialismo, que acostumbradas como están a ganar sin retaceos, a ganar a la mala, a imponer y no concertar, pusieron su mejor pose de chicos malos, que iban a cercar el congreso hasta que los parlamentarios aprueben y que si no aprobaban hasta el amanecer estaban decididos a entrar al parlamento y sacarles la… eso dijo Isaac Ávalos, hecho el malote, para tratar de garantizar que el país no se acostumbre a pactar o negociar, lo que significaría que él y Fidel Surco y otros, se queden sin la pega que tienen de cerqueros o cercadores y por supuesto esto les ocasionaría que dejen de recibir los maletines y eso seria gravísimo porque entonces no se podrían comprar flotas que vayan a Coroico, ni autotes, ni podrían enriquecerse rápidamente como lo están haciendo.
Eso por el lado bravucón originario-campesino. Por el otro lado, escuchamos al propio senador Luis Vasquez Villaor visiblemente eufórico, haciendo una eufórica declaración a una cadena televisiva, mostrando que los opositores estaban decididamente más felices que los oficialistas, que finalmente perdieron de hacer lo que les da la gana y hacer su ley a la mala y como les viniera en gana, pero que todavía tienen sin duda toda la sartén por el mango. Sin embargo, parece que les afectó sobremanera el hecho de no haberlo hecho de a malas, ese es el problema que parece haberlos dejado enormemente preocupados y para nada tan alegres como los opositores, que ganaron el hecho de irse acomodando y alistando para ir de una vez a las urnas y punto, con algunos arreglos que siempre son relativos, pero que por lo menos los han dejado felices, mientras los oficialistas parecían haber perdido a la madre.
Los oficialistas enojadisimos, los opositores eufóricos, tanto así que la única frase que se nos puede ocurrir ahora para describir este estado anímico es que se mostraban felices comiendo perdices, con declaraciones de algarabía, dándonos a entender como si de pronto y de un momento a otro, como por arte de magia del congreso que acababa Bolivia hubiera dejado de tener problemas, como si se empezara a respirar un aire de democracia real y no un tiempo suplementario en el que todavía el gobierno no ha dado su última palabra, porque seguro que se dará modo para dar su última palabra hasta el 6 de diciembre.
Comprendemos que hubiera habido un cierto alivio, pero tanta algarabía y confianza en haber proveído a Bolivia de los mecanismos para llevar a cabo "elecciones limpias, transparentes y confiables", parece una hiperbólica exageración.
De cualquier manera el tiempo el implacable dirá la última palabra, a nosotros no nos queda otra que analizar y esperar los hechos que se desencadenarán a continuación de los hechos que acabamos de vivir.
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