El vicepresidente Alvaro García Linera no siempre es sinuoso y cuando deja a un lado sus empalagosos ejercicios retóricos podría decirse hasta que es encantadoramente claro y que no deja margen a duda sobre sus intenciones. Uno de esos momentos de lucidez fue cuando proclamó, a los pocos días de llegar al poder, que el MAS no estaba en el gobierno para hacer gestión sino para “cambiar la correlación de fuerzas”.
A tres años de lanzada esa afirmación se puede decir que Alvaro está en buen camino, (desde el punto de vista del MAS, claro está). Se ha procedido a realizar un prolijo desmontaje de la estructura institucional y las entidades estatales lo que menos realizan es gestión. Están ahí solo para proporcionar pegas, no trabajo, y fuentes de ingreso a los militantes masistas.
El MAS ha conseguido también avances en lo que a “cambiar la correlación de fuerzas” se refiere. Primero es preciso que entendamos este concepto político que es vital dentro del método de análisis marxista. Determinar una “correlación” implica establecer la magnitud de una determinada acumulación de fuerzas políticas, económicas y sociales dentro de un proceso.
Pero Alvaro que se las da de eximio científico social, en este caso no ha resultado muy riguroso y ha reducido el cambio en la correlación de fuerzas al surgimiento de una nueva casta que usa y abusa de las prebendas que da el poder y el control de las entidades estatales y de las “organizaciones sociales”.
Se trata de una “Nueva Clase” como la describiría Milovan Djilas, que se constituye en el núcleo de la estructura del poder masista. No se derrotó a la pobreza pero si es evidente que unos pocos, se han convertido en los nuevos ricos, pero la fuente de su riqueza no es la industria, la actividad agrícola o, en suma, cualquier actividad productiva y honesta.
Sus ingresos, en resumidas cuentas provienen, en lo que hace a autoridades y funcionarios, de la más descarnada exacción al Estado y en cuanto a dirigentes sindicales o gremiales a la utilización de sus bases que deben mantener en apronte para realizar marchas, vigilias y agresiones contra los opositores al gobierno. Esta actividad les reditúa importantes ingresos como lo demuestran sus buenas casas y vehículos último modelo, además de que se pueden dar el lujo de pagar guardaespaldas armados.
Que Fidel Surco, dirigente del Conalcam, esa organización fachada del MAS, proclame que no solo los dirigentes cívicos o prefectos pueden usar vehículos de lujo ya es una confesión de parte. No se trata de luchar por los pobres, se trata de que los dirigentes se erijan en nuevos ricos.
También es una confesión de parte el indicar que esos lujos los solventa con “aportes sindicales”, es decir que mientras sus bases, en este caso los colonizadores, continúan en la miseria, ellos se dan lujos de los que la misma oligarquía se hubiera cuidado para no parecer demasiado ostentosa.
Resulta también llamativo que Surco, que es seguro que en su vida nunca agarró una picota o azadón, solvente su lujosa vida con el producto de las ventas de papayas y hortalizas que el mismo sembraría con el sudor de su frente. De ser así muchos campesinos ya serían ricos y miles de profesionales bolivianos que hoy apenas sobreviven desearían contar con la Surco- receta para dejar rápidamente atrás la pobreza.
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