La esperanza es que el señor Presidente logre, con su martirio, la salvación del país, pero sin que el ayuno llegue a afectar sus facultades mentales. No vaya a ser, dicen algunos bolivianos, que por hacer este sacrificio el Presidente quede afectado para siempre.
Él mismo ha recordado que en la década de los 90 hizo una huelga de hambre que duró 18 días. Es el tiempo límite que, según los médicos, puede una persona dejar de comer sin que el daño llegue al cerebro. Otros médicos dicen que el límite está en los quince días.
Por lo tanto, lo que corresponde ahora es que el Ministerio de Salud ponga a disposición del Presidente, es decir del país, a los mejores profesionales para que controlen sus reflejos. Esos profesionales tendrían que estar atentos ante cualquier síntoma de que el Presidente comience a desvariar. Pero, eso sí, los profesionales encargados de esta tarea tendrían que ser advertidos sobre algunas obsesiones de Su Excelencia. No vaya a ser que las confundan con desvaríos y le ordenen levantar al ayuno antes de tiempo.
Por supuesto que el Primer Mandatario no debe llegar a los 66 días de huelga, que es lo que hizo Boby Sands, el irlandés que murió en 1981 protestando contra el dominio inglés y contra la Dama de Hierro. Tendríamos que evitar, por todos los medios, que el señor Presidente llegue a esos extremos, y se muera.
Si su cerebro podría morirse en el día quince o dieciocho, todo él se podría morir a los 66 días. Ese es un desenlace que nadie quiere.
Pero no hay que alarmarse. Responsable como es, el señor Presidente ha tomado la previsión de consumir coca. No quiere hacer trampas, sino matar dos pájaros de un tiro: hacer un sacrificio y al mismo tiempo hacer campaña por la coca, que es, en realidad, por lo que llegó al cargo.
Con el contenido de proteínas, de fibra y de taninos libres que tiene la hoja, su cuerpo está muy bien alimentado. Si el irlandés Sands y sus compañeros hubieran consumido coca, estarían ahora en el año 28 de su huelga de hambre, como si nada.
Pero si quiere hacer un verdadera cura del cuerpo, el señor Presidente tendría que cumplir un verdadero ayuno, incluso para ayudar a los logros políticos de su gobierno. Y para ello tendría que seguir los consejos de Hipócrates, que el siglo V a.C. dijo: “La impurificación humoral es la causa de todas las enfermedades, en los acrecentamientos mórbidos debe suprimirse la alimentación, se provoca un gran mal si se sigue comiendo, cuanto más se nutra un cuerpo cargado de humores, más se aumenta el mal”. Quizá por eso no quiso suspender su huelga el Viernes Santo, matando, otra vez, dos pájaros de un tiro.
Sospechamos a lo que se refería Hipócrates con eso de los humores, pero habrá que mantener la esperanza de que el ayuno llegue incluso a mejorar el humor de Su Excelencia.
En fin, que está pasando una Semana Santa muy a la boliviana, con tensión política, con insultos, y con un ayuno presidencial que nos mantiene en las primeras páginas del periodismo mundial, que es de lo que se trata. Nos encanta hacer noticia.
Él mismo ha recordado que en la década de los 90 hizo una huelga de hambre que duró 18 días. Es el tiempo límite que, según los médicos, puede una persona dejar de comer sin que el daño llegue al cerebro. Otros médicos dicen que el límite está en los quince días.
Por lo tanto, lo que corresponde ahora es que el Ministerio de Salud ponga a disposición del Presidente, es decir del país, a los mejores profesionales para que controlen sus reflejos. Esos profesionales tendrían que estar atentos ante cualquier síntoma de que el Presidente comience a desvariar. Pero, eso sí, los profesionales encargados de esta tarea tendrían que ser advertidos sobre algunas obsesiones de Su Excelencia. No vaya a ser que las confundan con desvaríos y le ordenen levantar al ayuno antes de tiempo.
Por supuesto que el Primer Mandatario no debe llegar a los 66 días de huelga, que es lo que hizo Boby Sands, el irlandés que murió en 1981 protestando contra el dominio inglés y contra la Dama de Hierro. Tendríamos que evitar, por todos los medios, que el señor Presidente llegue a esos extremos, y se muera.
Si su cerebro podría morirse en el día quince o dieciocho, todo él se podría morir a los 66 días. Ese es un desenlace que nadie quiere.
Pero no hay que alarmarse. Responsable como es, el señor Presidente ha tomado la previsión de consumir coca. No quiere hacer trampas, sino matar dos pájaros de un tiro: hacer un sacrificio y al mismo tiempo hacer campaña por la coca, que es, en realidad, por lo que llegó al cargo.
Con el contenido de proteínas, de fibra y de taninos libres que tiene la hoja, su cuerpo está muy bien alimentado. Si el irlandés Sands y sus compañeros hubieran consumido coca, estarían ahora en el año 28 de su huelga de hambre, como si nada.
Pero si quiere hacer un verdadera cura del cuerpo, el señor Presidente tendría que cumplir un verdadero ayuno, incluso para ayudar a los logros políticos de su gobierno. Y para ello tendría que seguir los consejos de Hipócrates, que el siglo V a.C. dijo: “La impurificación humoral es la causa de todas las enfermedades, en los acrecentamientos mórbidos debe suprimirse la alimentación, se provoca un gran mal si se sigue comiendo, cuanto más se nutra un cuerpo cargado de humores, más se aumenta el mal”. Quizá por eso no quiso suspender su huelga el Viernes Santo, matando, otra vez, dos pájaros de un tiro.
Sospechamos a lo que se refería Hipócrates con eso de los humores, pero habrá que mantener la esperanza de que el ayuno llegue incluso a mejorar el humor de Su Excelencia.
En fin, que está pasando una Semana Santa muy a la boliviana, con tensión política, con insultos, y con un ayuno presidencial que nos mantiene en las primeras páginas del periodismo mundial, que es de lo que se trata. Nos encanta hacer noticia.
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