La excomunión y el perdón del General Perón
Mauricio Aira
La proximidad del 25 de mayo fiesta nacional de Argentina, nos trae a la memoria el hecho de haber sido en 1955 que un presidente no concurría al Te Deum dando cumplimiento a disposiciones de la Constitución reformada por aquellos días estableciendo la separación del Estado y la Iglesia. Aquel episodio resultó siendo la culminación de tensiones entre ambas instituciones y el prolegómeno del Corpus Christi famoso 16 de junio, cuando los católicos salieron a las calles a proclamar su Fe y dar vivas a Cristo Rey.
Es que los movimientos sociales (peronistas) incendiaron la Curia Eclesiástica y las iglesias de San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio, la Piedad, la Merced, San Miguel, San Juan, San Nicolás de Bari, el Socorro y nuestra Señora de las Victorias en la culminación de incidentes promovidos por células peronistas aunque la policía culpó de las quemas al partido comunista. Juan Domingo Perón al iniciar su gobierno utilizó a la Iglesia para ganar su apoyo popular, hasta cuando reprochó a los “curas contreras” por lo que llamó “su intromisión en los sindicatos”. ¿Qué tienen que ver ellos entre los trabajadores, acaso éstos se meten con las iglesias? Y anuló la instrucción religiosa de los programas educativos, decretó el divorcio y hasta llegó a exonerar cargos eclesiásticos expulsando a Roma a dos obispos. En respuesta la Iglesia, sin nombrarlo excomulgó “a quienes resultaran autores”, claro está que la extrema medida estaba dirigida al primer peronista.
Resulta extraordinario el paralelismo con la historia de nuestros días eso sí en un panorama diverso. Para seguir el hilo de lo ocurrido en Buenos Aires, las medidas de gobierno hirieron en lo más profundo a los jóvenes oficiales formados en el catolicismo, la expulsión de los prelados y la negativa a permitir la procesión del Corpus por las calles céntricas, como siempre desde el primer año de la República, hizo explosión en el sentimiento religioso, se sucedieron jornadas de protestas y la consabida represión que costó vidas humanas, el bombardeo de la Capital, la rebelión militar y la inminencia de la toma armada de la Casa Rosada. Perón que se había refugiado en la Armada, tuvo que dimitir entregando el mando a Eduardo Leonardi y aceptando su exilio en Asunción y más tarde en Madrid. Volvió a su patria, 20 años después, no sin antes tramitar ante el Obispado español su absolución o sea que la excomunión le fuese retirada. Reconciliado con Dios y su Vicario regresó a la vida política, arrepentido de su confrontación con la Iglesia Católica, que otra vez le abrió sus puertas y le ofreció un discreto apoyo hasta su reelección. El General Perón murió en el ejercicio de la presidencia y fue sucedido por Isabel Perón su viuda y entonces vice-presidente constitucional.
Si las comparaciones suelen ser odiosas, el sentido común nos enseña que debemos aprender de la historia. En el ejemplo citado se ve a un Perón encumbrado por un movimiento populista que sustentó hábilmente Eva Duarte empeñada en una acción social admirable, repartiendo lo que tenía y lo que no tenía, creando grandes expectativas y ganándole todo el apoyo al Presidente. Circunstancias muy especiales como padecer ella de una enfermedad terminal justamente por aquellos días de las grandes decisiones políticas, se dio la extraña combinación del afecto que supo inspirar en el pueblo y el activismo de los descamisados. Lo cierto es que el peronismo se creó capaz de usar indiscriminadamente del poder público y cometió excesos que de a poquito mermaron su fuerza. Los incidentes relatados resultaron el cúlmen de un proceso siempre favorable al populista, con la destrucción de sus oponentes, la negación de los DDHH de partidos e instituciones, sin embargo cuán lejos estuvo de pensar que la excomunión sepultaría su primer gobierno.
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