Primero de Mayo: Casi el 60 por ciento de los obreros asalariados y de los trabajadores por cuenta propia de las ciudades no ganan lo suficiente para mantener a sus familias. El 83 por ciento de los trabajadores del agro sufre el mismo drama. Se agrava la explotación de la fuerza laboral.
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La mala calidad de los empleos, los bajos salarios y la creciente inestabilidad laboral han sumido en la pobreza a más de la mitad de los obreros bolivianos que dependen de un patrón o empleador. Al igual que ellos, otra porción similar de trabajadores por cuenta propia enfrenta el mismo problema que parece ya irresoluble: trabajar y trabajar, pero no ganar lo suficiente para mantener a la familia en condiciones dignas.
Los datos de los gubernamentales Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Unidad de Análisis de Política Económica (UADEPE) revelan que están sumidos en la pobreza el 55,7 por ciento de los obreros asalariados, el 67,6 por ciento de los trabajadores familiares, el 55,9 por ciento de los trabajadores por cuenta propia y el 25,4 por ciento de los empleados.
La pobreza agobia a más de la mitad de la fuerza laboral boliviana, tanto a la que se emplea en las modernas fábricas organizadas bajo el molde capitalista como a la que da vida a los talleres artesanales y la que trabaja en negro en las unidades productivas que viven de la subcontratación y la informalidad.
Este drama social, que en su generalidad se traduce en extenuantes jornadas laborales en las que se obtiene muy pocos ingresos económicos para la familia, se expresa con brutalidad en la agricultura, donde siete de cada 10 trabajadores viven en condiciones infrahumanas, pasando hambre, y uno de cada 10 con apenas lo suficiente para comer y nada más.
En la industria manufacturera, la construcción y el comercio, más de la mitad de la fuerza laboral ocupada está en la categoría de pobres por insuficiencia de ingresos, según los reportes oficiales del INE y UDAPE. En la actividad de los servicios, un tercio de los trabajadores está en esta misma condición.
Extrema pobreza
La pobreza es generalizada en el ámbito laboral, aunque hay grupos de trabajadores que están en condiciones muy críticas y en extrema pobreza. Según los datos del INE y UDAPE, la quinta parte de los obreros asalariados no gana ni siquiera para cubrir el costo de su alimentación y pasa hambre. Lo propio ocurre con casi un tercio de los trabajadores por cuenta propia y con casi la mitad de los trabajadores familiares.
La información establece que uno de cada tres trabajadores de la industria manufacturera no tiene lo suficiente para alimentarse, al igual que uno de cada cuatro trabajadores del comercio y uno de cada seis que trabajan en la construcción.
Creciente explotación laboral
Las causas de esta paulatina destrucción de la fuerza de trabajo están a la vista. En los últimos tres años, según los reportes oficiales, el salario real (el poder adquisitivo) de los trabajadores bolivianos ha caído en por lo menos el 15 por ciento, mientras se agravaba la explotación laboral y los abusos patronales, que han lucrado como nunca con el auge de las materias primas.
Este es el caso, por ejemplo, de la minería, donde las grandes empresas, muchas de las cuales han triplicado sus millonarias ganancias en el último trienio, han procedido a despedir a cientos de obreros, a reducir salarios y prolongar las jornadas laborales.
"La Federación de Mineros repudia las decisiones que están tomando los empresarios privados que quieren retirar a nuestros compañeros", dice Guido Mitma, el principal dirigente de los mineros proletarios de Bolivia, que denuncia que a muchos mineros se les había pedido que trabajaran turnos de hasta 12 horas o que se tomaran vacaciones sin pago.
Muy similar es la situación que se vive en las fábricas y centros de trabajo de las ciudades. Allí, de la mano de los despidos y del creciente desempleo, ha empeorado la ya bajísima calidad de las fuentes de trabajo (en más de la mitad de los empleos no se gana ni siquiera para pagar los alimentos de la familia), aumenta la inestabilidad laboral (crece el número de trabajadores eventuales y la subcontratación), y hay creciente “insatisfacción laboral”, especialmente entre los que trabajan sin contrato ni beneficios sociales ni laborales.
“Esta situación ha empeorado la deuda social que se viene arrastrando con la clase obrera fabril, desde la implantación del neoliberalismo, sobre cuyos hombros se ha impulsado el desarrollo de la economía, como clase productora. Los niveles salariales de los obreros se encuentran entre los más bajos con relación incluso a los obreros del aparato estatal, según las estadísticas oficiales el salario medio nominal de los obreros del sector privado rodea los mil bolivianos”, se queja la Confederación de Fabriles de Bolivia.
En este drama, la peor parte la llevan las mujeres. Según los datos del INE, las obreras recibían, por igual trabajo, apenas el 61 por ciento del ingreso de los obreros, mientras que las empleadas obtenían el 71 por ciento de las remuneraciones promedio de los empleados varones.
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