Bolivia dejó de ser el país en el que la vida transcurría serena, afable, llena del ruido callejero de los vendedores ambulantes, de mercados repletos con gente degustando platos típicos, el país de las mil y una fiestas, de los viernes de soltero, de las ruidosas tertulias que tenían como tema preferencial el gastarse bromas, las comidillas sociales y donde pocos se ocupaban de la vida política, salvo por alguno que otro acontecimiento que concitaba irremediablemente la atención pública.
Bolivia es ahora el país de las mil y una persecuciones en un solo día, es el país donde un grupo pequeño de políticos ha conseguido mantener en vilo a la sociedad en su conjunto, donde en el transcurso de pocas horas un fiscal especial puede emitir una larga lista de incriminaciones, a simple denuncia de testigos que en realidad fueron cómplices de las acciones, de emitir citaciones para que asistan a declarar por el supuesto delito de terrorismo, de amenazar con ordenes de aprensión si es que los citados no acuden a declarar.
En la Bolivia actual el gobierno genera un paralelo para todo, desde el acto de celebración más nimio hasta el más grande tiene su paralelo, todas las instituciones son plagiadas por otras que no son ni remedo de las organizaciones democráticas, se plagian por otras que son estrictamente dependientes del Ejecutivo ycon funcionarios que carecen de carrera administrativa y que no necesitan tener ningún conocimiento específico o técnico y quienes tienen como único requisito el ser militantes del partido.
La Bolivia de cientos de revoluciones por minuto, finalmente ha logrado que se cierre el Tribunal Constitucional, haciendo que como resultado de la presión renuncie la única ministra que quedaba como guardiana y portera del Tribunal Constitucional, tal como se había autodenominado la ministra Silvia Salame, quien finalmente aceptó el naufragio de esta institución de control constitucional bajo el permanente embate del gobierno que desde el inicio del mandato de Evo Morales tenía claro su objetivo de destruir la institucionalidad democrática para implantar un régimen distinto, con la clara orientación de concentrar hegemonía y de llevar a cabo una gestión autoritaria
Bolivia ya no es la misma, el vocabulario que usan los bolivianos ha dejado de tener frases festivas, ha perdido el tono locuaz y dicharachero, ha perdido el tono efusivo de quienes confiadamente creían que la vida les reservaba un lugar de éxito, ha dejado de acuñar vocablos esperanzadores y triunfalistas con los que hombres y mujeres apostaban a conquistar el mundo, a ser los actores de “la Bolivia” que era una forma de concebir una patria en la que el futuro estaba abierto a quienes querían hacer negocios, o labrarse una cierta bonanza, o a disfrutar de todo lo que la buena vida y la pródiga tierra les podía brindar.
Ahora, nuestro país ha acuñado un vocabulario en el que sólo se habla de amedrentamientos, persecuciónes, denuncias y posibilidad de expropiaciones. Sólo se habla del temor de que se desate una cacería, de que surja de un momento a otro algún episodio de violencia o se tropiece con una incriminación con la que el gobierno convierta a un ciudadano respetable en un sospechoso delincuente.
Sin duda, además de todos estos cambios que hemos indicado es cierto lo que ha dicho la ex magistrada Silvia Salame, quien en el momento de su renuncia denunció que “Bolivia vive el peor momento jurídico de su historia”, puesto que se ha quedado sin Tribunal Constitucional, La Corte Suprema está en juicio y ya no hay justicia constitucional. Salame permaneció por dos años sola al frente del Tribunal pretendiendo luchar para que se respete la jurisprudencia aunque estaba segura que el gobierno no tenía planes para restituir el Tribunal a través de un pacto político, puesto que el gobierno pretende un Tribunal que esté copado por sus partidarios.
En los largos y extenuantes días que ahora se viven en Bolivia, es común no sólo enfrentar un tráfico vehicular endemoniado que deja a los conductores por horas varados en las calles en las que sólo se escuchan bocinazos desesperados e insultos, pues no hay control de transito mientras los militares permanecen concentrados y acuartelados en las regiones que el primer mandatario ha elegido para diezmar a la oposición o la disidencia democrática a la que ha logrado judicalizar como terrorista o con el delito de traición a la patria.
En estos días de locura, también se ha extendido ayer la persecución a los cívicos, parlamentarios y ciudadanos chuquisaqueños. Apenas pasada la efemérides departamental que además conmemoró doscientos años del primer grito libertario, Evo Morales montó un acto paralelo y no se integró al festejo departamental y nacional, organizó una marcha de campesinos que esperaban provocar a los lugareños pero que fueron recibidos con aplausos, y como esta incitación a la violencia no resultó como esperaba, rápidamente el gobierno echó mano de otra estrategia emitiendo citaciones a la prefecta Sabina Cuellar, al presidente del Comité Cívico y a parlamentarios y ciudadanos a quienes se los acusa de haber llevado a cabo un episodio de violencia que se suscito el año pasado en la misma fecha de aniversario del departamento, justamente porque los militantes del Mas acudieron a provocar a los chuquisaqueños que se encontraban lastimados por la violencia que se había desatado al cierre de la Asamblea Constituyente y que dejó como saldo tres jóvenes muertos y cientos de heridos.
En Bolivia la violencia ahora ha tomado la vida de las personas, todos se preguntan que tendrán que enfrentar al día siguiente, todos se encuentran perplejos, todos saben que están expuestos a todo tipo de hostigamientos y vejámenes, se ha perdido la esperanza, se ha perdido la seguridad, se ha perdido la fe.Evo Morales y sus ministros han conseguido quebrantar a un país en el que la pobreza no era un óbice ni un impedimento para ser feliz y sentirse dueño de su propia vida.
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