Un eslabón MAS
Hace tiempo que andaba sin agua ni rumbo, como las tropas del ridículo Hilarión Daza en el desierto de Camarones, en el empeño de escribir una novela con el trasfondo de la corrupción en Bolivia. Se abrió el grifo de la inspiración con el sainete siniestro y sangriento de los $450.000 del 10% de la coimisión, que le costó la vida a un empresario tarijeño de ilustre apellido.
Mi fantasía literaria se afiebró con semejante tramoya siniestra.
Imaginé gente de carne y hueso en la triste y sórdida historia que mató de anemia a YPFB, vaca lechera de gastos corrientes del régimen de turno; que redujo a una resignación cínica a los esforzados técnicos y obreros que aportaron ética y sacrificio a ese frustrado empeño boliviano.
Me propuse desgranar la crónica de la nueva YPFB, nacida de una nacionalización tan trucha, como mentirosa es su revolución democrática y cultural que impone una autocracia de turbamulta aleccionada y pagada.
Consideré un trío de mandamases que de inicio restaron credibilidad a la empresa más importante del país. El truhán agarrado con las manos en la masa en arreglito de poca monta, premiado con embajada en el país patrón del régimen. El imberbe y su banda de mocosos buscando tecnología petrolera en playas cubanas, algo como ir al desierto por avances en hidrología. El payasito de casco petrolero asumiendo la función que más le cae: bajar garrafas de camiones repartidores en colas de amas de casa sin energético para cocinar.
Recreé el fondo de tinieblas de un prostíbulo, averno en que la niebla verdosa de la luz negra hace desaparecer dientes postizos en babosos ebrios bailando con curtidas mariposas de la noche. El alcahuete de trata de blancas y gestoría de verdes, y su hermano –empleado del empresario asesinado- en reunión en mesa con botella de whisky de por medio. El instante cuando la ambición rompió el saco y se les prendió la luz para el tumbe. Como quitar el chupete a un niño, risotearon, robar el maletín a un sobornador sin opción a pataleo, ya que en tal delito es culpable quien da y quien recibe.
Sería un volteo más, si olvidáramos detalles del trasfondo de un casi axiomático hecho: que adjudicarse un contrato en Bolivia requiere ‘ponerse’, como se denomina el ‘jeitinho’ carioca o el ‘lobbying’ gringo. Dicen que era dinero de YPFB, de todos los bolivianos, destinado a la “aceitada” a Santos Ramírez por conceder el contrato. La sangre derramada en la entrada de la casa de una inmune diputada suplente del MAS, esposa de Santos Ramírez. En el traslado del maletín por la víctima y su empleado confabulado, por detrás supervisaban el cuñado de Santos Ramírez y el primo de su esposa. Los autores intelectuales del volteo fueron el proxeneta y su hermano, sobrinos de Santos Ramírez. Reclutaron hampones callosos a tabúes de matar seres humanos.
Santos Ramírez ya tenía currículo, o mejor dicho, ‘corruptículo’: la cola de paja de los pasaportes chinos. Hombre de confianza de su padrino Evo, tal vez con tajada en la torta fue parte de la comitiva del gobierno que negoció la repartija de las carreteras bolivianas entre bandeirantes brasileños. Así como es difícil creer que los sobreprecios de su construcción son solo para la bisoña que preside la ABC, ¿cómo creer en alharacas éticas, si quizá en la misma onda, Villegas fue parte del directorio que aprobó la adjudicación de la planta separadora de gas a la empresilla accidental del asesinado? Un eslabón MAS de la perenne corrupción boliviana se está develando en la tragicomedia de YPFB.
Incrédulo como Santo Tomás, creeré que el entorno palaciego no está implicado en la tramoya, si el Presidente trata el tema con el hasta las últimas consecuencias tan manido de estos tiempos. Si los aspavientos de auditorias y procesos ordenados en el “Santosgate” y el despido de Ramírez, terminan en un enjuague MAS y otro embajador MAS, el barullo será un fuego de artificio MAS de la corrupción. Un eslabón MAS que demuestra que el régimen actual es nomás un simple relevo de rateros.
Es que el deseo de honestidad en el gobierno hace fácil embaucar a la gente. En Bolivia, la aspiración por el cambio, injertado en la ingenuidad de creer en soluciones fáciles, ha resucitado al populismo corrupto.
En la Venezuela de Hugo Chávez, autor intelectual de los desmanes del régimen de Evo Morales, se abocaron al acoso de las empresas petroleras, forzando a muchas de ellas a abandonar el país. Hoy la caída de precios del petróleo expone la incompetencia detrás de los manejos de una PDVSA estatal insolvente. A tal extremo que podrían recurrir una vez más a transnacionales, para resolver el atolladero de ínfima producción y parásitos supernumerarios. ¿Será que con la crisis mundial y los eslabones de la corrupción descubiertos en YPFB y otras entidades del Estado, los bolivianos se quitarán la venda de los ojos del centralismo estatista del MAS subvencionado desde Caracas?
Más inquietante es la conjetura de que hay tantas manzanas podridas como sanas en el canasto de los gobernantes del país, pasados y presentes. Lo sugería una señora de pollera, apoyando al gobierno al socapar la pudrición moral, pensando en voz alta al clamar por la televisión el otro día que “ahora era su turno de robar, pues”.
Soy reacio a creer en pajaritos preñados y émulos de la Madre Teresa en el régimen de Evo Morales. ¿El Presidente no lo sabría si la claque de su gobierno se hubiera repartido el pastel? ¿Qué tal si el contrabando es de “Camión” Quintana? ¿Y si las carreteras son de “Alvarín” a través de “Cotapati” Ballivián? ¿Pudiera ser que el rampante narcotráfico fuera de las federaciones de cocaleros y su mandamás? El mal olor sugiere que el dinero volteado iba destinado a los ahijados de Evo Morales: Santos Ramírez y su esposa. ¿Era para ellos nomás?
Son preguntas que deben aclararse pronto, prontito.
winstonest@yahoo.com.mx
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