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jueves, 23 de marzo de 2017

Noruega el más feliz del mundo. clasificación seria porque su pueblo está bien informado, libros y bibliotecas a granel, veloz internet, literatura digitalizada, gran transparencia que tiene controlado a su gobierno no hay propaganda oficial y nadie dipalida los impuestos. son nuestros vecinos y los vemos a diario.

Noruega, ubicado al norte del Europa, gélido y lejano, donde el sol se oculta en gran parte del año, acaba de ser calificado como el país más feliz del mundo en el índice de felicidad mundial 2017, de acuerdo a un estudio que viene realizado la ONU desde 2013 en 155 naciones. La República Centroafricana ocupa el último lugar y en América Latina, el mejor ubicado es Costa Rica, seguido de Brasil, México, Chile y Panamá. Conviene decir que de los diez países ocho son de Europa y solamente Australia y Nueva Zelanda no forman parte de este continente.
 
Muchas cosas se pueden decir de Noruega, pero fundamentalmente se debe afirmar que se trata de un pueblo muy bien informado.  Tiene uno de los índices de lectoría de diarios más altos del mundo; el número de ejemplares vendidos es casi equivalente a la cantidad de hogares. Figura entre las que más libros edita; las que tiene más bibliotecas públicas y para estar a tono con la tecnología, posee uno de los servicios de internet más veloces y recientemente el gobierno noruego ha puesto en marcha un proyecto para digitalizar los libros de todos los archivos estatales para ponerlos al servicio de la gente, absolutamente libre y gratuito.
 
La gestión que hace Noruega en el campo de la cultura, con el objetivo de poner el conocimiento, la información y el legado histórico en manos de la población, es un modelo a seguir en Europa. Por si no fuera suficiente, es de los pocos en tener una ley de acceso a la información pública, que desde 1970 le ha permitido mejorar sustancialmente la transparencia gubernamental y colocarse en un sitial importante en el ranking internacional de los menos corruptos del mundo.
 
Cómo no va a ser feliz un pueblo que siente que tiene muy bien controlado a su gobierno y que sabe que este debe rendirle cuentas de lo que hace. Debe sentirse muy bien el que sabe que no es engañado, el que no se “traga” la propaganda oficial y que tiene los ojos encima del sector público para que nadie dilapide el dinero de los impuestos. Es reconfortante para un noruego común tener la seguridad de que los funcionarios y políticos están trabajando incansablemente para satisfacer las necesidad de la población con soluciones cada vez más creativas y “revolucionarias”.
 
Los autores del reporte dicen que los noruegos se sienten felices porque viven bien, pero eso es el resultado de un sistema político que ha dejado atrás las viejas taras que todavía son moneda corriente en el resto del mundo. Porque cuando los gobiernos tienen bien establecidos los límites y los roles están perfectamente determinados, no solo alcanza para garantizar un estándar de vida alto para la mayoría de los ciudadanos, sino para pensar en una sociedad moderna y cada vez más civilizada.
 
La mayoría de los recursos del país provienen del petróleo, pero Noruega no hace como el resto de las repúblicas extractivistas. Nadie se dedica a derrochar el dinero que sale de los pozos, sino que lo usan como un colchón financiero para incentivar la educación, la promoción social, la salud y la diversificación de la economía.
 
Los políticos noruegos son tan presionados por una sociedad culta, informada y consciente, libre de pulsiones populistas, que pese a ser un país petrolero, esta nación ha sido la primera en prohibir los automóviles a diesel y tal vez sea la primera en el mundo en eliminar los coches a gasolina.

domingo, 5 de marzo de 2017

el diario cooperativo OPINION dedicó a dos radialistas Pilincho (José Oropeza de los Llanos) y Raúl Guzmán un merecido homenaje porque ambos fueron creadores del "Corso de Corsos" que es así como el cierre del carnaval boliviano. el esfuerzo, la iniciativa y perseverancia de ambos locutores de radio hizo posible recuperar y mantener esta celebración única con la presencia de las unidades de las FFAA del Departamento.

El Corso de Corsos, principal actividad del Carnaval cochabambino, será el primero sin dos de sus principales impulsores, los radialistas José Oropeza de los Llanos y Raúl Guzmán Gonzales, quienes fallecieron hace muy poco y casi de manera seguida, en noviembre y enero pasados, respectivamente.

A manera de rendir un tributo a tales personalidades locales, a las que, pensamos, las autoridades, bailarines y el público también deberían recordar el día de hoy, repasamos los orígenes de la entrada de música, danza y alegría actualmente consolidada.

Hace casi 35 años, una grave inundación en la ciudad y sus alrededores coincidió con la fecha del Carnaval. La catástrofe natural encontró a los ciudadanos con las fiestas organizadas y los salones alquilados. En medio de las dudas sobre si continuar con las celebraciones, apareció un movimiento en la universidad en contra de la fiesta, por razones de solidaridad con los centenares de afectados. Finalmente, el Carnaval de ese año fue suspendido. Ese fue el comienzo del fin del Corso del Carnaval, que hasta entonces reunía a comparsas de grupos como los Jets, Always, Haraganes, Caribes y otros clubes, y algunos disfrazados.

Algunos años más tarde, un destacado animador en la radio Centro de programas musicales dirigidos a la juventud, José Oropeza de los Llanos, más conocido como Pilincho, se propuso recuperar el Corso. Tras mucha reflexión, llegó a la conclusión de que debía acudir a grupos humanos formados y dispuestos a ayudar en revivir el Carnaval.

Tocó las puertas de los cuarteles con una misión muy diferente a la de algunos políticos de esos tiempos. Se puso en contacto con las unidades militares de
Cochabamba y les comunicó su idea. Desde comandantes hasta soldados se contagiaron del entusiasmo de Oropeza, y pusieron todo su empeño.

Para entonces ya se incorporó a este equipo Raúl Guzmán, un radialista entusiasta y trabajador. Su experiencia en la organización del Festival de Taquipayanakus de radio San Rafael fue decisiva.

Para darle la importancia a la entrada carnavalera, la bautizaron Corso de Corsos. En las primeras ediciones, hace más de 30 años, el público vio con cierta sorpresa un desfile insólito por El Prado: militares que “marchaban” al ritmo de piezas musicales de moda, con disfraces atrevidos e imaginativos. Fueron casi los únicos participantes de esa pionera entrada, salvo algunos espontáneos disfrazados.

Los años siguientes se fueron sumando fraternidades y disfrazados individuales. El boom de los caporales en
Cochabamba, con la pionera fraternidad de San Simón, contribuyó al crecimiento del Corso de Corsos, dotándole también de un carácter folclórico. A esta fraternidad le siguieron muchas y variadas manifestaciones de danzas criollas y originarias.

En la actualidad, el Corso de Corsos es considerado como una atracción turística de
Cochabamba. Son miles los turistas que llegan para ver una variedad que ninguna otra entrada les brinda: por las calles y avenidas de esta ciudad desfilan soldados disfrazados con los más insólitos trajes y gigantescos carros alegóricos, y muchos de ellos ejercen esa vieja tradición carnavalera que es la parodia de la conducta de políticos y personajes renombrados.

Se presentan prácticamente todas las más importantes formas de bailes de
Bolivia, y delegaciones de otros departamentos y países hacen verdad la aseveración de que es una manifestación de integración cultural.

Si no las autoridades, ojalá público y bailarines se acuerden hoy del legado de Oropeza y Guzmán, y les rindan el mejor homenaje posible: la sana diversión.