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domingo, 5 de marzo de 2017

el diario cooperativo OPINION dedicó a dos radialistas Pilincho (José Oropeza de los Llanos) y Raúl Guzmán un merecido homenaje porque ambos fueron creadores del "Corso de Corsos" que es así como el cierre del carnaval boliviano. el esfuerzo, la iniciativa y perseverancia de ambos locutores de radio hizo posible recuperar y mantener esta celebración única con la presencia de las unidades de las FFAA del Departamento.

El Corso de Corsos, principal actividad del Carnaval cochabambino, será el primero sin dos de sus principales impulsores, los radialistas José Oropeza de los Llanos y Raúl Guzmán Gonzales, quienes fallecieron hace muy poco y casi de manera seguida, en noviembre y enero pasados, respectivamente.

A manera de rendir un tributo a tales personalidades locales, a las que, pensamos, las autoridades, bailarines y el público también deberían recordar el día de hoy, repasamos los orígenes de la entrada de música, danza y alegría actualmente consolidada.

Hace casi 35 años, una grave inundación en la ciudad y sus alrededores coincidió con la fecha del Carnaval. La catástrofe natural encontró a los ciudadanos con las fiestas organizadas y los salones alquilados. En medio de las dudas sobre si continuar con las celebraciones, apareció un movimiento en la universidad en contra de la fiesta, por razones de solidaridad con los centenares de afectados. Finalmente, el Carnaval de ese año fue suspendido. Ese fue el comienzo del fin del Corso del Carnaval, que hasta entonces reunía a comparsas de grupos como los Jets, Always, Haraganes, Caribes y otros clubes, y algunos disfrazados.

Algunos años más tarde, un destacado animador en la radio Centro de programas musicales dirigidos a la juventud, José Oropeza de los Llanos, más conocido como Pilincho, se propuso recuperar el Corso. Tras mucha reflexión, llegó a la conclusión de que debía acudir a grupos humanos formados y dispuestos a ayudar en revivir el Carnaval.

Tocó las puertas de los cuarteles con una misión muy diferente a la de algunos políticos de esos tiempos. Se puso en contacto con las unidades militares de
Cochabamba y les comunicó su idea. Desde comandantes hasta soldados se contagiaron del entusiasmo de Oropeza, y pusieron todo su empeño.

Para entonces ya se incorporó a este equipo Raúl Guzmán, un radialista entusiasta y trabajador. Su experiencia en la organización del Festival de Taquipayanakus de radio San Rafael fue decisiva.

Para darle la importancia a la entrada carnavalera, la bautizaron Corso de Corsos. En las primeras ediciones, hace más de 30 años, el público vio con cierta sorpresa un desfile insólito por El Prado: militares que “marchaban” al ritmo de piezas musicales de moda, con disfraces atrevidos e imaginativos. Fueron casi los únicos participantes de esa pionera entrada, salvo algunos espontáneos disfrazados.

Los años siguientes se fueron sumando fraternidades y disfrazados individuales. El boom de los caporales en
Cochabamba, con la pionera fraternidad de San Simón, contribuyó al crecimiento del Corso de Corsos, dotándole también de un carácter folclórico. A esta fraternidad le siguieron muchas y variadas manifestaciones de danzas criollas y originarias.

En la actualidad, el Corso de Corsos es considerado como una atracción turística de
Cochabamba. Son miles los turistas que llegan para ver una variedad que ninguna otra entrada les brinda: por las calles y avenidas de esta ciudad desfilan soldados disfrazados con los más insólitos trajes y gigantescos carros alegóricos, y muchos de ellos ejercen esa vieja tradición carnavalera que es la parodia de la conducta de políticos y personajes renombrados.

Se presentan prácticamente todas las más importantes formas de bailes de
Bolivia, y delegaciones de otros departamentos y países hacen verdad la aseveración de que es una manifestación de integración cultural.

Si no las autoridades, ojalá público y bailarines se acuerden hoy del legado de Oropeza y Guzmán, y les rindan el mejor homenaje posible: la sana diversión.

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