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miércoles, 12 de agosto de 2009

cada día que pasa, nuevos motivos de angustia aunque felizmente también surgen rayos fugaces de esperanza en el ser boliviano


En medio de angustias y esperanzas

Mauricio Aira

La existencia en Bolivia no tiene nada de normal. El discurrir ciudadano está lleno de sobresaltos tensionado desde estamentos administrativos y con anuncios tremebundos que en realidad son amenazas y advertencias capaces de perturbar las mentes más disciplinadas, es que la combinación de circunstancias llámese campañas electorales, agitación, perturbación, rumores cada vez más intensos, convierten los días en interminables. Súmese a ello la carestía, el aumento de precio en los comestibles, el transporte, los alquileres y los servicios y lo que es peor, la inseguridad ciudadana constituyen un conglomerado de malas noticias poco aleccionador.

No extrañe por tanto la inclinación del pueblo por la vida espiritual, la recurrencia a sus creencias religiosas y sentimientos profundos que llena los templos y hace renacer la fe como es fácil comprobar con la llegada de festividades populares como la del Carmen y ahora la de Urcupiña, cuando el número de peregrinos se multiplica y el fervor cristiano se exterioriza pese a los deseos de los que persiguen “el cambio” que interpretan como el olvido de Dios y de costumbres ancestrales heredadas de padres y abuelos y bisabuelos.

Corren rumores de razzia en la administración pública donde deben quedar solamente los masistas, cambio en el nombre de calles, plazas y avenidas que de alguna manera evocan a los héroes republicanos y sustituirlos por otros originarios, eliminación de efigies representativas de la República en las monedas, los billetes de banco, los membretes oficiales y el papel sellado y los timbres, así como la modificación del calendario haciendo desaparecer fechas religiosas y otras muy íntimas a la vida nacional.

Se podrá creer como lo insinúan a menudo los portavoces del nuevo estado de cosas que se trata de cambios comunes a todos los denominados “bolivarianos” pero no hay tal. Pongamos el caso del Ecuador cuyo presidente católico militante, instruido y profesional está muy lejos de encarnar la vorágine que caracteriza al originario presidente, maleable y dúctil a los mandatos de Chávez y del asesoramiento de ONGs españolas y otras que vienen experimentando en Bolivia. (A ver qué pasaría si los europeos no hubiesen llegado jamás al Tahuantinsuyo)

Provoca cierta esperanza que la última cumbre de UNASUR hubiese rechazado las propuestas de Morales secundadas por Chávez de asumir actitudes agresivas y contundentes a propósito de las diferencias entre Colombia y Venezuela y al interior de Honduras. Todos los presidentes exceptuando a los nombrados optaron por una línea moderada, diplomática, que compagine la realidad con los principios democráticos de convivencia.

En medio de tanta angustia y sobresalto, de trasplantes poblacionales y anuncios de control de territorios y de áreas de votación sin permitir una real libertad a los frentes participantes, llama la atención que las mujeres del MAS de mottu propio hubiesen renunciado solemnemente a postularse a responsabilidades como presidente, vicepresidente, senatorias y otros en contradicción a determinaciones anteriores sobre el género y porcentaje entre hombres y mujeres al margen de cualquier otra consideración, para repetir el dúo en su carrera re electoralista.

La esperanza como virtud persiste en el pueblo basada en la certidumbre y la seguridad de mejores días, con la perspectiva de saber elegir, desechando ilusiones y falsas promesas de valor oportunista, circunstancial y contrario a nuestras creencias ancestrales que aprendimos de niños en el seno del hogar cristiano y la escuela humanista y racional.

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